A los participantes de la Conferencia General de los Hermanos Maristas

Agradezco al Superior General sus palabras y saludo a todos los que participan en la Conferencia General de su Instituto, un acontecimiento muy importante que les reúne cada ocho años, entre dos Capítulos Generales.

Es, por tanto, un momento de seria reflexión, para leer los signos de los tiempos, y para ver cómo va el camino, si se están siguiendo las indicaciones que dio el Capítulo anterior. ¡Pero sin mirar atrás, siempre mirando hacia adelante! Como quien está al timón de un barco: para ver si la ruta es correcta, no mira la estela que ha dejado atrás, sino que mira hacia adelante, vigilando dos o tres puntos de referencia para orientarse. Imagino que ustedes también han reflexionado sobre el camino basándose en algunos elementos fundamentales. Y el primero es la Palabra de Dios. Estamos en Cuaresma, y la Madre Iglesia nos llama a volver a poner las cosas en el orden correcto: Dios y su Palabra en primer lugar. Es fácil de decir, ¡pero no es fácil de hacer! Especialmente cuando la Palabra nos pide que “miremosmás lejos”, que “miremos más allá”, como reza el título de vuestra Conferencia. ¿Más allá de qué? De la mentalidad mundana, más allá de los intereses cortoplacistas, más allá de una perspectiva parcial, para poder abrirse al horizonte de una fraternidad universal. Pero siempre más allá.

Me parece que esta es precisamente la perspectiva que ustedes han elegido para su trabajo de estos días, para poder servir de la mejor manera posible a una familia - la de los Hermanos Maristas - que es multicultural y multiétnica y que, por lo tanto, les pide que superen las fronteras, no tanto geográficas, sino mentales. Esto no significa alejarse de las propias raíces, ¡claro que no! No hay contradicción entre la fidelidad a las raíces y la apertura universal, es continuidad, es crecimiento normal. Por el contrario, según el modelo de Cristo Señor, es precisamente permaneciendo totalmente fieles a la alianza de amor con el pueblo que se nos ha confiado que nuestro servicio es fecundo para todos, por el poder de la gracia de Dios. Esta es la fecundidad que nos hace mirar hacia adelante con fortaleza.

Para los Hermanos Maristas, esto significa permanecer fieles al servicio de educación y evangelización de los jóvenes, según el carisma de San Marcelino Champagnat. Supo “mirar más allá”, y supo enseñara los jóvenes a “mirar más allá”, a abrirse a Dios, a los horizontes del amor según el Evangelio. Se guió por el ejemplo de la Virgen María, la “buena Madre”, como él decía: María era una mujer sencilla de un pueblo periférico, pero su corazón miraba más allá, tenía el horizonte del Reino de Dios, era una persona abierta. Y esto brilla en el Magnificat, donde el plan de salvación de Dios resuena a través de lavoz de su humilde esclava. ¿Qué podría ser más hermoso, más efectivo que el Magnificat para educar auna niña o un niño para que se abra a Dios y a su plan de amor? El Magnificat contiene una visión dela vida y de la historia; es una escuela de fe y de oración, que libera del encerrarse en uno mismo y de todo espiritualismo, y muestra la alegría de creer, esperar y amar según el Evangelio de Cristo.

Todo esto, queridos hermanos, les pertenece, pertenece a sus raíces y a su patrimonio, y requiere siempre una adaptación a la realidad cambiante, con las características de las nuevas generaciones. Por ejemplo, los jóvenes están mostrando sensibilidad e interés por la ecología. Aquí hay un gran campo de educación; porque desgraciadamente la mentalidad mundana - permítanme el juego de palabras - también contamina la ecología, la reduce, la concibe en modo ideológico y superficial. En cambio, el horizonte de Dios es el de una ecología integral, que siempre mantiene unidas las dimensiones medioambiental y social, el grito de la Tierra y el grito de los pobres. Los niños y los jóvenes están dispuestos a salvaguardar la creación, pero necesitan aprender que esto no se reduce a eslóganes, no es solo denuncia, sino que es una forma de vida, requiere paciencia, fortaleza, templanza, justicia. En resumen, uno no nace custodio de lo creado, sino que llega a serlo en un camino educativo.

Esto también les pertenece. Y el ejemplo que he hecho sobre la ecología se puede aplicar a otros campos, como el compromiso social y político, como el campo de la comunicación, o primeramente el del estudio y el trabajo, vistos en una perspectiva de promoción integral de la persona. Pero sobre todo, como religiosos, les pertenece la educación espiritual, que es la base del crecimiento integral. Esto les pertenece como religiosos: la educación espiritual. Jesucristo es el Maestro de la vida y la verdad, el camino a seguir para llegar a ser hombres y mujeres en plenitud, y el Espíritu Santo es el Maestro interior que forma a Cristo en nosotros. ¡Qué vocación, qué misión, hermanos, cooperar con Cristo y con el Espíritu para acompañar a los jóvenes en esta aventura! Es realmente demasiado grande para nosotros, pobres pecadores. Pero a Dios - nos recuerda nuestra Madre - le encanta hacer grandes cosas con los pequeños y los pobres, siempre y cuando se abran humildemente a Él y acepten su Palabra, poniendo a disposición todo su ser.

Esto es lo que deseo para ustedes y para todos sus hermanos y hermanas en todo el mundo. Mirar más allá para educar a mirar más allá, con María, siguiendo las huellas del Jesús, Nuestro Señor. Y esta es precisamente la denuncia más fuerte contra la concepción ilustrada de la educación, es decir, copiar ideas, ideas, ideas... No. Educar a mirar más allá, para enseñar a mirar más allá. Esto destruye toda la concepción estática e ilustrada, ideológica de la educación. La educación es un desafío para toda la persona: para los pensamientos, sentimientos y trabajo de las personas. Pero esto debe mirar más allá.

Que el Espíritu Santo les ilumine y les consuele siempre en su camino y en su servicio. Y que les acompañe también mi bendición. Y ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí, ¡porque este trabajono es fácil!